EL CIELO EN EL MÁS ACÁ
Muchas religiones (desconozco si todas) comparten la idea de que hay un “algo” después de la muerte. Por supuesto el cristianismo no es la excepción. En nuestro inconsciente colectivo está profundamente arraigado el concepto de un ‘cielo’, la ‘Nueva Jerusalén’, la ‘vida eterna’, el ‘Paraíso’, ‘el más allá’ y cuántos otros nombres para esta misma idea. Y si bien es cierto que las Escrituras nos hablan de una vida eterna (Jn 11.25-26), también es cierto que ésta tiene que ver más con un ‘conocer a’ (Jn 17.3) que con un simple premio que consistiría en tener garantizado un lugar en el cielo que ahora parece tan abstracto. De ser así resulta necesario repensar el concepto de un ‘Paraíso’ que sólo nos espera en la eternidad, pues considero irresponsable pretender ubicar esta idea como el fin absoluto de nuestra fe y espiritualidad, ya que el Cielo al que Jesús nos invita es tanto futuro como presente.
Es que cuando ponemos todo el esfuerzo en esperar esta nueva tierra prometida, caemos en el grave error de despreciar la vida que se nos ha otorgado en el aquí y ahora. Y junto con eso, y sin darnos cuenta, abandonamos el evangelio de Cristo, graficado en la primera petición del ‘Padre Nuestro’: “Venga tu Reino” (Mt 6.10). Por supuesto el que ésta sea la primera petición de la oración que Jesús enseña a sus discípulos no es algo antojadizo, más bien representa no sólo el primer mensaje de Jesús, sino también el corazón de su evangelio: “El Reino de Dios está cerca” (Mc 1.15). La buena noticia de Jesús consiste en que lo divino, lo eterno, lo que estaba más allá ha salido al encuentro de nuestra existencia terrenal, efímera, en el más acá. En otras palabras, Dios ha querido escapar de los templos, la ley, los ritos, los eruditos, etc., para encontrarnos incluso en nuestras realidades marginales.
Jesús nos enseña a orar por la venida del Reino a nuestra tierra, a nuestras vidas, porque ese fue su mensaje y es nuestra necesidad primera, por lo tanto debemos orar y luchar para que ésta sea una realidad en nuestro entorno. Pretender que el Reino de los Cielos sea un premio que sólo nos espera en el más allá es no entender la buena noticia de Jesús, quien lo trae y encarna en el más acá, y resultará en un constante escapismo a los problemas reales que enfrentamos.
Esa tensión entre el más allá y el más acá siempre nos acompañará si decidimos tomar el camino del Maestro, pues tenemos nuestros ojos puestos en nuestro Señor que nos espera, pero que al mismo tiempo viene a nuestro encuentro, lo cual debiera empujarnos a hacer real esa esperanza de amor, justicia y paz en el aquí y ahora. Algunos probablemente dirán que pretender transformar nuestra realidad es algo a lo que no fuimos llamados, y querrán espiritualizar nuevamente nuestra vida terrenal hablando de dogmas, trinidad, sacramentos, remisión de pecados, vida eterna, santidad, y un gran etc. Pero antes de querer profundizar en la fe, volvamos nuevamente al cimiento de ésta, al primer mensaje de Jesús: “Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca.” Si dejamos esto en un segundo plano, todo pensamiento que podamos desarrollar carecerá de fundamento.
No anhelamos la venida del Reino cuando nos creemos mejores que este mundo, cuando nos transformamos en enemigos de la tierra, cuando ignoramos y minimizamos el dolor presente, cuando ponemos nuestras esperanzas en milagrerías para escapar de los problemas, cuando ofrecemos esperanzas futuras negando el sufrimiento presente. Pues quienes escapan de este mundo no encuentran a Dios ni a su Reino, sólo encuentran otro mundo, el suyo, mejor, más hermosos, pero jamás el mundo de Dios que irrumpe en el nuestro. En otras palabras, quien arranca de este mundo no encuentra a Dios, sino que se encuentra a sí mismo.
Probablemente algunos querrán acusarme de comunista o de promover un cristianismo humanista al pretender darle tanta importancia a la transformación de nuestras pobres realidades, trayendo un poco más de justicia donde no la hay (como si estos valores fueran propiedad exclusiva del comunismo). Por ahora sólo diré al respecto que a Jesús lo trataron de loco y endemoniado por compartir la buena noticia del Reino de Dios que irrumpe en nuestra cotidianeidad (Mc 3.20-22).
Por lo tanto, rompamos con el paradigma de un Paraíso futuro y abstracto como recompensa de nuestro buen comportamiento, y esforcémonos en hacer realidad el Reino de Dios en nuestra tierra. Pues sólo podremos orar por la venida del Reino cuando nos encontremos de lleno en esta tierra, sin la intención de escapar al sufrimiento presente, sino dispuestos a hacer un poco más visible esa realidad prometida, ese cielo prometido, no sólo en el más allá, sino principalmente en el más acá.
“Las circunstancias en que hoy oramos por el reino
de Dios nos impelen a la más honda solidaridad con el mundo, estando con
dientes encajados y puño apretado; nos impelen no a un «sólo-santo» murmurado
en la soledad, sino a un grito comunitario: «pase este mundo que nos ha
encadenado en la necesidad, y venga a nosotros tu reino». Es el eterno derecho
de Prometeo, que a diferencia del que huye cobarde a «trasmundos», se le
permite acercarse al reino de Dios, porque ama la tierra, la «tierra que es
madre de todos.»”
– D. Bonhoeffer
* Algunas ideas
de esta reflexión fueron tomadas de la conferencia “Venga tu Reino” del teólogo
alemán D. Bonhoeffer en el año 1932.
Buenisimo!
ResponderBorrarGracias
BorrarCuando se nos ha revelado
ResponderBorrarun pequeñisimo trozo del Reino de Dios, ese que nos va transformando y liberando aún en medio de un mundo que sufre y herra en su permanente búsqueda. Cuando hemos experimentado el descanso "en delicados pastos" aún en medio del gigantesco desierto que nos rodea y podemos vivir en la convicción y la esperanza de lo que "no vemos" en contraposición del sentimiento circundante, no veo más que la necesidad y el profundo anhelo de acercar a otros a a ese Reino que coexiste en el mundo del más acá.
Esa es la necesidad natural que surge de un corazón agradecido por experimentar el cuidado del buen Pastor aquí y ahora, aun a pesar de los valles oscuros que nos rodean. Por eso es necesario decir 'no' a la privatización del Reino y 'no' a su postergación por parte de quienes quieren mantener control sobre otros.
BorrarSaludos y gracias por acompañarme en este camino.
¿Lo que quieres decir aquí es que existen creyentes que no luchan por la justicia terrenal dando como excusa de que el cielo será mejor y no vale la pena "mojarse el potito" por lo que sucede aquí?
ResponderBorrarHago referencia al tipo de espiritualidad que sólo pone el enfoque en lo que viene cuando pase esta tierra, lo que los lleva a apartarse de la realidad geopolítica-social que les rodea. Es una espiritualidad "transmundana", porque se apartan de este mundo, porque es pecado, porque no somos llamados a eso, o por cualquier otra razón, y sólo se centran en la vida de iglesia que será lo que les garantice ese cielo futuro. Una piedad hermética ante su entorno.
BorrarEntiendo. Claro. Lo importante es lograr tener una vida equilibrada pensando que vivimos acá pero no somos de acá pero que tampoco somos ajenos a nuestra realidad y que debemos ser luz y sal y además ser agentes de cambio para bien.
BorrarMe parece pertinente hacer una aclaración con respecto al pasaje de Juan 17 al que haces referencia. Cuando Jesús dice que no somos del mundo, ¿se está refiriendo a que no pertenecemos a esta tierra en la que vivimos? No, eso iría en contra de nuestra propia fe, pues venimos del polvo, y al polvo volveremos, por lo tanto sí pertenecemos a esta tierra, compartimos como humanos ("humus" = polvo) la naturaleza con toda la creación. Para los judíos, de quienes heredamos estos conceptos, el mundo es algo orientado hacia Yahvéh, es el lugar de la presencia benéfica para el hombre. Por si fuera poco, el mismo Dios se hizo "humus", por lo tanto esta tierra no puede ser nada despreciable. El concepto 'mundo' tiene muchos significados en la Biblia (edad, tiempo, tierra habitada, etc.), y en Juan 17 hace referencia a un universo caído y hostil a Dios. Es precisamente a ese mundo al que no pertenecemos gracias a la redención de nuestro Señor. Pero, nuevamente, cuidado con pensar que no pertenecemos a este mundo (tierra) porque eso nos puede llevar, como dije anteriormente, a ser "transmundanos", a una piedad hermética.
BorrarSi te entiendo y estuve de acuerdo contigo desde el principio. Tal vez no me expresé bien antes. Sólo estaba tratando de parafrasear en una línea lo que quisiste escribir arriba... en palabras más simples para que mi cerebro, que es muy básico, entienda lo que leyó arriba.
BorrarSúper. Tampoco vi un desacuerdo, aunque no es malo que exista.
BorrarMuchas gracias por darte el tiempo de leer y comentar. Toda contribución es importante por acá.
Saludos