¿Y LOS DISCÍPULOS?

Ni la pandemia ni mucho menos Semana Santa ha podido disminuir el frenesí de nuestras rutinas. Seguimos corriendo, buscando llegar primeros, arrasar con el otro, tener la exclusividad. Pero, ¿cuándo el silencio, la quietud, la contemplación, la intimidad?

A tanto llega nuestro ímpetu, que en Jueves Santo dictamos sin reflexión: “Judas fue el traidor.” Algunos se atreven a más: “Los doce lo traicionaron al abandonarlo cuando más los necesitaba.”

Pero honestamente la traición va por cuenta nuestra. Todos estamos representados por aquellos que no entendieron el significado del mensaje pregonado por el Maestro sobre el Reino de Dios. Seguimos creyendo que es por nuestras fuerzas, dispuestos a tomar la “espada de la Palabra” para cortar las orejas de aquellos que no quieren oír. Si no nos oyen a nosotros, pues que no oigan a nadie. Todavía pensamos que podemos sacar algún provecho económico, vendiendo al Maestro y su mensaje al mejor postor. Y cuando todo se complica, arrancamos y tomamos las redes para volver a la vida vieja.

Cada vez se contempla menos a Jesús en Semana Santa. Peor aún, cada vez son menos sus discípulos dispuestos a reflejar su mensaje del Reino.

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