ECLIPSE EN ADVIENTO


Difícilmente tendremos otra oportunidad en la vida de experimentar un eclipse solar en época de Adviento. A poco más de una semana de Navidad no pretendo discernir el aspecto del cielo, sino interpretar nuestra espera vigilante de Adviento a la luz o, mejor dicho, a la sombra del eclipse.  

El inicio del evangelio de Juan nos presenta a Jesús como la luz que viene a este mundo a iluminar a todos los hombres (Jn 1.9). Pero a pesar de ser una bella descripción, está lejos de representar la realidad de aquella lejana primera Navidad. A diferencia de lo que se esperaría, la Luz de los hombres no irrumpió en nuestro mundo iluminando esplendorosa y notoriamente. Más bien su nacimiento fue en oscuridad y completo anonimato.

En otras palabras, la Luz de los hombres tuvo que apagarse a sí mismo, cual sol se oscurece en pleno día durante un eclipse. Y tuvo que hacerlo para que con su esplendor y gloria no destruyera a la humanidad, pues nadie podía siquiera ver el rostro de Dios sin morir (Ex 33.20).

He aquí la maravilla que Dios hace por la humanidad, el que podamos acceder a la verdadera Luz sin ser eliminados por su esplendor. Jesús se vacía de su divinidad (Fil 2.7), la Luz de los hombres es eclipsada para así estar con ellos y no destruirlos en el intento. De esta forma Jesucristo nos permite estar cerca de él (Jn 15.5), mirarle cara a cara y tocarle (1 Jn 1.1), y llamar Padre a nuestro Dios (Ro 8.15).

Estamos en Adviento, época para tener los unos por los otros el mismo sentir de nuestro Salvador, que no se aferró al esplendor de su luz, sino que se eclipsó a sí mismo, viviendo en la más profunda oscuridad y anonimato, rodeado de penumbras y vulnerabilidades, para así acompañarnos en nuestras realidades, sin importar cuán marginales éstas sean. ¡Ve y haz tú lo mismo!

“Porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre.”

Lucas 1.49

Comentarios

Entradas populares