ADVIENTO: SIN PREJUICIOS
El evangelio de Lucas nos invita a reflexionar en Adviento, en la espera vigilante ante la inminente venida del Señor, y lo hace desde el anuncio del nacimiento de Juan Bautista (Lc 1.5-25), el que habría de preparar el camino del Señor.
En este pasaje vemos la aparición del Ángel Gabriel en
el santuario ante Zacarías, sacerdote y padre de Juan Bautista, quien recibe la
promesa de su hijo a pesar de su avanzada edad. Isabel, también del linaje
sacerdotal, es considerada junto a su esposo como una mujer justa e intachable
ante Dios y Su ley. Sin embargo, era estéril.
En un contexto donde la procreación era señal palpable
de la bendición divina, la esterilidad era vista por el pueblo como un castigo
divino, un motivo de vergüenza. Por lo tanto, esta mujer de edad ya avanzada, por muchos años tuvo que cargar con esa sombra, con el peso
del juicio y la condena de su pueblo, probablemente incluso de sus amigos y
familiares.
Isabel vivió en carne propia las consecuencias nefastas
de un sistema religioso que había descuidado la dignidad humana. Un sistema que
había interpretado a Dios en base a una teología retributiva, es decir, recibes
bendición o maldición de Dios en base a cuán bueno o malo eres. Pero Lucas
(v.6) ya nos ha aclarado que tanto Zacarías como Isabel eran no sólo personas
dedicadas al culto de Dios, sino también íntegras y justas.
Lo triste del sufrimiento de Isabel es que muchas
veces nosotros mismos hemos caído en el error de calificar a una persona en base a
nuestros prejuicios disfrazados de piedad. Hemos utilizado malamente las
Escrituras para condenar, enjuiciar, culpabilizar a todos quienes nos parece
que han recibido el castigo de Dios. “Algo
debe haber hecho mal para que le esté pasando eso.” Y vemos así el sufrimiento ajeno como señal divina de la maldad de otros.
En época de Adviento, te invito a despojarte de los
prejuicios y mirar a los demás como nuestro Señor nos ha mirado a nosotros y a toda la humanidad. Una mirada libre de
prejuicio y preocupada por el verdadero ser, por la persona.
Así como Dios visitó a Isabel concediéndole la
posibilidad de tener un hijo, librándola así de su tristeza y soledad, que en
esta Navidad tú puedas ser la visita de Dios mismo a aquellos que han sufrido
los horrores y prejuicios de sistemas religiosos que en vez de reconciliación no
han traído más que desprecio y vergüenza a la vida de tantos.
“Después de esto su esposa Isabel quedó encinta, y
durante cinco meses no salió de su casa, pensando: ‘El Señor me ha hecho esto
ahora, para que la gente ya no me desprecie.’”
Que difícil es no caer en el juicio, como bien dices lo hacemos con más frecuencia de lo que quisiéramos reconocer. Dios nos libre o más bien que nos libere de esa terrible atadura. Que su mirada bondadosa nos vaya transformando.
ResponderBorrarGracias por ayudar con palabras, por hacernos detener en el camino un minuto y mirar al nuestro al rededor.
¡Sin duda! Estamos más llenos de prejuicios de lo que aceptamos. Tomar consciencia de ello es un buen primer paso para un acercamiento más genuino hacia el otro.
BorrarGracias a ti por pasar y compartir.