ADVIENTO: ALCANZADO POR LA GRACIA

El ángel ha anunciado a Zacarías que las plegarias del pueblo han sido oídas por Dios, quien no se ha olvidado de la alianza ni su promesa. Su cumplimiento es inminente y queda reflejado en el centro del mensaje de Adviento: María recibe el anuncio de Navidad.

Por mucho que la aparición del ángel a Zacarías fuera un hecho extraordinario, seguramente la visita a un “hombre de Dios” no nos parece tan fuera de lo “común”. Al fin de cuentas Zacarías era un sacerdote, un hombre encargado de los asuntos de Dios, en el mismísimo Templo donde habitaba la presencia de Dios. ¿Qué tiene de extraño entonces?

Por otra parte, el anuncio a María parece a simple vista diferente, más sencillo, más insignificante. Ya no a una familia sacerdotal, sino a una joven campesina. Ya no en el Santuario, sino en una sencilla casa. Ya no en Jerusalén, sino en los márgenes del país, en la menospreciada Nazaret.

Pero lo que a nuestros ojos parece insignificante, a los ojos de Dios es el inicio del anuncio de la buena noticia. Y es que Dios ya no se servirá de “lugares santos” para comunicarse con los hombres, no recurrirá a los centros que concentran el poder político y religioso para liberar a su pueblo, no se rodeará por los “elegidos” ni “consagrados” para llevar a cabo su ministerio.

En este apartado lugar encontramos la señal del inicio de la nueva alianza. Nazaret, donde judíos y gentiles se cruzan a diario, es donde comienza la nueva creación, la Iglesia de Cristo. Este es el signo de la novedad para el mundo en Adviento.

Novedad que radica en que el don divino ya no es hermético ni exclusivo para unos cuantos. Pues ahora don y gracia salen al encuentro de todas y todos, sin juzgar por las apariencias, ni posesiones, ni educación, sino ofreciendo el más grande amor a todos sin condición.

En esta segunda semana de Adviento te animo a que dejes de buscar lo que no puedes alcanzar con tus fuerzas. Pues por más que intentes, jamás obtendrás aquello que sólo puede ser ofrecido. Déjate visitar por el don de Dios, por el Salvador. Deja que tu realidad sea inundada por la gracia divina. Déjate seducir por Aquel que en medio de tantos interesados, finalmente aparece como el único interesante.

Cuando ese encuentro se produzca, serás bienaventurado en gracia, simplemente porque Dios se ha inclinado hacia ti. Su visita no será algo meramente externo, pues hasta en lo profundo de tus entrañas serás envuelto por el favor de Dios.

Ante tan hermoso regalo de Adviento, no nos queda más que permanecer humillados y unirnos a la respuesta de la madre de Dios:

“Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho.”

Lucas 1.38

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