¿QUÉ PIERDE LA IGLESIA?
¿Te has puesto a pensar en
lo que puedes perder cuando la incertidumbre te visita? Algo material, alguna
relación e incluso la vida. El miedo a perder algo que tenemos nos hace
aferrarnos a ello nublándonos la perspectiva. Probablemente ese fue el miedo
del sacerdote y el levita en la parábola del samaritano. Ambos tuvieron miedo y
por lo tanto no actuaron en favor del necesitado. Miedo a perder la condición
de pureza que la ley demandaba y por tanto miedo a perder el estatus religioso.
El problema del miedo a “perder” es que no nos deja actuar conforme al
Evangelio de Cristo, quien nos invita a no temer (Jn 14.1), y ser movidos a
misericordia (Lc 10.33), compadeciéndonos de los demás (Mt 9.36).
Lo único cierto es que todo futuro
es incierto, y por lo mismo siempre hay riesgo de “perder”. Con mayor razón la
Iglesia de Cristo no puede poner sus fuerzas en pretender no perder lo que ha “ganado”
(reconocimiento, respeto, derechos, etc.), pues hay más dicha en dar que en
recibir.
Un pilar fundamental de
nuestra confianza como creyentes debe ser la Soberanía de Dios, la cual más que
ser un trato autoritario y dominante, se encarna en la posibilidad de
reconciliarse con la humanidad por medio de Cristo (Col 1.15-20). En su
Soberanía, Dios siempre pretenderá buscar esa reconciliación con la humanidad y confiamos en ello.
Finalmente, como seguidores
del Maestro debemos imitar su conducta, quien jamás puso sus deseos personales
por sobre la vocación divina a la cual estaba comprometido. Jesús es el ejemplo
perfecto de amor y entrega desinteresado, renunciando al miedo a “perder”,
despojándose a sí mismo, vistiéndose de humanidad, donando su vida, abrazando al
otro y comprometiéndose con él.
Es normal tener miedo al
futuro incierto. Pero como Iglesia y discípulos de Cristo
debemos esforzarnos en no temerle a las circunstancias ni a la
incertidumbre, en confiar en nuestro Señor, en no poner nuestro tesoro en los
logros terrenales que hemos alcanzado y en ser movidos a misericordia actuando
compasivamente por los demás. No tengamos miedo a perder derechos, privilegios, libertades ni estatus, más bien considerándolos como basura, anhelemos a Cristo y su causa redentora y reconciliadora entre Dios y la humanidad (Col 1.20; 1 Cor 5.18).
Es cierto que existe el miedo de lo desconocido, se.nos hace más fácil seguir por un camino conocido que tomar un nuevo rumbo sin embargo a mi parecer, el tema no es el miedo que prevalece en cuestiones como "una nueva constitución" , yo pienso que la iglesia, en general, no ha entendido el llamado, no sé si conocen realmente la compasión, no sé si realmente han entendido la palabra "perder" que a diario nos debiese confrontar como cristianos. La vocación, la entrega, el interés, la compasión por el "mundo" quedó extraviada por ahí...aún no sé dónde
ResponderBorrarPor eso citaba como ejemplo el miedo en la parábola del samaritano, pues justamente aquellos que eran los guardianes de la fe y de la sana doctrina no fueron capaces de actuar movidos a misericordia, teniendo miedo, quizás, a "perder" su estado de pureza. Encuentro pertinente la relación con los miedos que fueron promovidos en las últimas semanas, pues se relaciona la incapacidad por seguir su vocación y, en vez, ser seducidos por el poder político que pretendió asegurar ciertos "derechos". Pienso en la Iglesia perseguida de los primeros siglos, entregados de lleno al Evangelio, hasta que el cristianismo fue considerado la religión oficial, siendo el inicio de ese extravío que mencionas.
BorrarGracias por pasar y compartir. Tenemos labor por delante para que como Iglesia recuperemos el llamado del Evangelio.
Así es Esteban...gracias por tus reflexiones. No nos quedemos atrás.
BorrarFirmes y adelantes.
BorrarAgradecería si puedes poner tu nombre para saber con quien estoy interactuando.
Saludos.