LO MEJOR NO ESTÁ POR VENIR

No hay dudas de que el presente año ha sido particularmente difícil para todos, lo cual me hace entender ese deseo masivo expresado en redes sociales por que el 2020 termine pronto. Y es que este anhelo esconde la esperanza de que junto con él, este año se lleve todas las dificultades presentes. Pero, ¿qué pasa si eso no ocurre? ¿Y si lo mejor no está por venir?

No me malinterpreten, no es que sea un pesimista ni amargado, ni mucho menos que quiera transmitir desesperanza. Sin embargo, esto me hizo pensar en el periodo inter-testamentario, específicamente, sobre la esperanza mesiánica de los judíos durante ese tiempo, quienes venían de sufrir grandes reveses en su historia, saliendo de las manos de un imperio para caer en las de otro. Frente a tanta calamidad y el aparente abandono de Dios, la esperanza mesiánica y de un futuro mejor fue tomando cada vez más fuerza.

Entonces, aparece Jesús con su evangelio, el cual no puede ser entendido si no es de forma escatológica, es decir, un mensaje que pone la mirada en la “realidad última”, en el fin de los tiempos. O al menos a eso hace referencia tradicionalmente la escatología. Sin embargo, el mensaje escatológico del Evangelio y su invitación es a vivir aquí y ahora la esperanza prometida, que Cristo está presente y aún por venir (1 Co 11.26), sin negar las dificultades actuales, sino que a pesar de ellas; sin obsesionarse con el futuro abandonando el presente.

Los judíos esperaban al mesías, al libertador que vendría con poder y autoridad, con un ejército sin igual para liberarlos de la opresión del Imperio. En contra parte, el mensaje mesiánico de Jesús es a no esperar un futuro mejor, sino a vivir y disfrutar la buena nueva en el presente, pues el Reino de Dios ya es y está en medio de ellos. Esa es la invitación que la Iglesia primitiva abrazó y por la cual dio su vida, la buena noticia que debe ser vivida aquí y ahora, aún cuando las dificultades presentes siguen rodeándonos.

La idea de que “lo mejor está por venir” conlleva el riesgo de vivir en un constante negacionismo y/o escapismo, ambos igualmente peligrosos, dejándonos sin pan ni pedazo, es decir, sin la tierra prometida y sin la vida presente. Y aún peor, nos priva de vivir ahora la esperanza del Evangelio que se encarna en el amor, el servicio y en la entrega por el otro (Jn 13.35).

Lo mejor no está por venir. Jesús te dice hoy que lo mejor ya es y está aquí. Eso es el Reino, la buena noticia, que se vive por medio del otro, de la entrega a los demás. Puedes empezar a vivirlo ahora, o puedes seguir escapando del presente anhelando la esperanza que te has diseñado a la medida de tus expectativas personales.

"Por eso, ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios." 

Efesios 2.19 (énfasis añadido)


Comentarios

  1. La frase " lo mejor esta por venir"nos hace vivir en un futuro sin estar en nuestro presente ,pasando por alto tantas cosas importantes que Dios nos da a diario. Vivir el presente es importante y este último tiempo lo he podido comprender e interiorizar un poco más.

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    1. Qué importante es vivir el presente y poder discernir la presencia y voz de Dios en los pequeños detalles y circunstancias también.

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  2. Ha sido difícil este tiempo en que la vorágine de un mundo que corre a mil por hora parece haberse detenido. Estar aquí y ahora muy concientes de la realidad que nos rodea y más aún de nosotros mismos puede resultar angustiante, pero al mismo tiempo nos ofrece la oportunidad de conectarnos, de ser un poco más humanos y no máquinas de hacer y hacer sin pensar, sin reflexionar. Podemos evadir o enfrentar el desafío de crecer y luchar por un mundo mejor a pesar de las circunstancias.

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    1. Efectivamente debemos aprender mucho a ser más contemplativos, a no escapar de nuestras realidades, sino observar y ver cómo Dios sigue hablando y obrando. Como dices, estamos tan insertos en un sistema que deshumaniza que nos cuesta detenernos a reflexionar y contemplar las señales de los tiempos. Abracemos el presente, con sus dulzuras y amarguras, con sus alegrías y tristezas, y sin duda estaremos más cerca del Señor, quien quiere acompañarnos en la dificultad al mismo tiempo que nos espera en un futuro donde ya no habrá necesidad.

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