¿Hasta cuándo Iglesia en Cuarentena?



*** Reflexión escrita originalmente con fecha 26 de junio 2020


No ha dejado de asombrarme en estas últimas semanas la iniciativa de algunos líderes religiosos evangélicos acudiendo a la justicia para que se les permita reabrir sus templos y poder reunirse con sus feligreses. En un intento desesperado por querer retomar la normalidad de sus vidas comunitarias, me pregunto ¿cuál es la normalidad que pretenden retomar? ¿Cuál es la rutina comunitaria que con tanta urgencia anhelan volver a experimentar?

Sin duda que la presente pandemia ha conllevado una serie de desafíos para las diversas comunidades cristianas, pues se han visto forzadas a adaptar sus actividades a la actual realidad. Es así como ahora es común encontrar un sinnúmero de transmisiones de los distintos cultos online por cuanta plataforma existe. Y es que el congregarnos es sin duda una de las actividades principales de las comunidades cristianas, es algo que hacemos casi de manera rutinaria e incuestionable. Sin duda que la reunión dominical es importante, pero no por eso debemos pensar que la vida de iglesia y la comunión de los santos se reduce a eso: un simple culto dominical.

Ser iglesia, ser los llamados a afuera, es justamente eso, una comunidad enviada, quienes llevan a cabo la obra de Cristo  y su evangelio en el contexto que nos encontremos (Is 61.1-3). Es ir y hacer discípulos, compartiendo la buena noticia del evangelio (Mt 28.19) y denunciando la injusticia de un sistema que abusa del desvalido (Amós 5.24). Ser el cuerpo de Cristo es llevar a cabo la obra que Cristo ha comenzado, ser las manos que dan, los pies que caminan al lado de, los brazos que cubren y abrazan (Isaías 1.17). Bien lo expresó el teólogo alemán D. Bonhoeffer señalando que: “La iglesia sólo es iglesia cuando es para otros.” En este sentido no puedo imaginar el cuerpo de Cristo como un colectivo que se limita a reunirse entre ellos (unas cuantas horas a la semana) para cantar, orar, escuchar un sermón, pero se mantiene hermética ante la realidad y necesidad que le rodea. Y por obvio que suene, lamentablemente es una realidad más común de lo que quisiéramos reconocer.

Probablemente usted que lee estará pensando que su comunidad no es así, que han desarrollado ministerios de misericordia en ayuda del necesitado y que están compartiendo el evangelio con quienes conocen. Sin embargo, mi intención no es apuntar a algunas comunidades específicas, sino al grueso de la Iglesia de Cristo en Chile, la misma que durante los últimos años en nuestro país no sólo ha callado ante los abusos, sino que los ha provocado y encubierto; no sólo se ha manipulado la reflexión geopolítica de los fieles, sino que se ha casado con algún sector partidista con fines mezquinos; no sólo sus líderes se han aprovechado del poder que las comunidades les han otorgado para provecho personal, sino que también han centrado sus esfuerzos en competir con otras comunidades, consciente o inconscientemente, pretendiendo tener la iglesia más grande, más moderna, con la mejor doctrina y, ahora, con mejores transmisiones online.

Observo tristemente la realidad de mi Iglesia chilena, la misma que hace más ruido por los escándalos, la misma que durante esta pandemia ha hecho más noticia por ser epicentro de propagación de contagios, por sus líderes que piden a la justicia permisos para volver a reunirse, pero que poco ruido hace por llevar a cabo la obra que Dios le ha encomendado.  

Entonces me pregunto, ¿reunirse para qué? ¿Para seguir en nuestra propia cuarentena, tal como en los últimos años? ¿Para seguir siendo comunidades herméticas que de vez en cuando organizan alguna actividad de misericordia para hacer caridad esporádica y así aliviar sus consciencias y sentido de piedad? ¿Para seguir adoctrinando y controlando a los feligreses, prohibiéndoles educarse y cuestionar su fe? ¿Por qué nos molesta la cuarentena por la pandemia, y sin embargo nos acomoda tanto la cuarentena que por años hemos adoptado como Pueblo de Dios? ¿Acaso es porque antes sentíamos que al menos teníamos algo de control?

Todas estas son preguntas que me hago sinceramente no porque tenga una respuesta para cada una de ellas, sino porque al ver la realidad de nuestra Iglesia y sociedad me cuestiono, y los invito a lo mismo, qué tan cerca estamos de ser la Iglesia de Cristo. ¿Cuán cerca estamos de ser la Iglesia enviada a cumplir la misión que se nos ha encargado?

Cuando nos referimos a la misión de la Iglesia, no podemos limitarla a la denominada “Gran Comisión”, ni mucho menos a hacer reuniones dominicales, ya sea de manera presencial como virtual. Tampoco debemos entender la misión como una subcategoría de la Iglesia. La Iglesia no tiene una misión, más bien la Iglesia es misión, por esencia, la Iglesia es el grupo de los enviado a compartir el evangelio, a nutrir espiritualmente a las personas, a fortalecer los lazos de la comunidad, a servir a los demás. Esa es la misión, por tanto, esa es la esencia de la Iglesia.

Nuevamente quiero motivarlos, no a enojarse ni molestarse, sino a examinar sus vidas, sus comunidades, y preguntarse honestamente, ¿cuáles son las prioridades de mi comunidad? ¿Dónde estamos invirtiendo las fuerzas, el tiempo y los recursos?

Mi invitación no es a crear polémica, sino a que juntos podamos imaginar una mejor realidad para llevarla a cabo, donde una práctica más consistente y coherente con el evangelio sea la norma, no motivados por el reconocimiento, ni la grandeza humana, mucho menos por el miedo y la culpa, sino motivados por Aquel que, sin tener obligación alguna, se despojó de todo lo que poseía, renunciando incluso a su propia voluntad, para someterse al Padre y entregarse hasta la muerte por toda la humanidad, sin distinción.

Mi oración y deseo para la Iglesia es que una vez que pase este tiempo de cuarentena, también podamos dejar atrás esa cuarentena que por años hemos aplicado a nuestra vida comunitaria. Y cuando el Señor pregunte a quién enviará, prestos respondamos como el profeta: “Heme aquí, envíame a mí.”

"Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.

Rogad, pues, al Seor de la mies, que envíe obreros a su mies." 

Mateo 9.36-38

Comentarios

  1. Muy interesante, sin duda la frase de Bonhoefeer cobra sentido y nos llama la reflexión... Bueno, el examinar nuestro corazón es un trabajo idealmente diario. Gracias por la reflexión.

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    1. Sin duda que es un desafío de cada día, reflexiones tanto individuales como comunitarias. Gracias por comentar.

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