PARÁBOLA DEL COVID-19




El Reino de los Cielos es como un hombre que se encontraba encerrado en su casa a causa del Covid-19.

Sin esperarlo ni buscarlo, repentinamente en una de sus tardes de lectura encontró en uno de sus libros la cura para el virus. Sin entender muy bien el cómo ni el por qué la probó con exitoso resultado. Entonces, agradecido por tal descubrimiento, compartió la cura con todos los que pudo. Familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y con quien fuera que se topaba en las calles.

Muchos no aceptaban la cura pensando que estaban sanos; otros pensaban que ellos ya tenían la cura; algunos esperaban la cura que venía de personas más preparadas en el tema; unos cuantos desconfiaban que fuera gratis y preferían pagar por ella; otros tomaban la cura y le hacían un tratamiento para configurarla a las necesidades que ellos consideraban importantes. Por supuesto que no faltaron los que al recibir tamaño regalo, comenzaron a comercializar con él.

Sin embargo, unos pocos aceptaban agradecidos la cura para el virus, experimentaban cómo sus vidas recibían una nueva oportunidad, y sentían el deseo genuino de seguir compartiendo la cura, por puro agradecimiento, por pura gracia.

Los que tienen oídos, oigan.


Comentarios

  1. Así es por el Cordero Inmolado recibimos la cura.

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    1. Hola, la verdad no entendí el comentario. ¿A qué te refieres con 'reelección'?

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  3. Oportuna analogía. Sencilla historia más tremendamente profunda.

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    1. Sin duda es la tremenda virtud de las parábolas, mensajes profundos contados de manera sencilla. Por supuesto me refiero a las parábolas de Jesús.

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  4. "Muchos no aceptaban la cura pensando que estaban sanos"... Dios nos libre de pensar que hay algo o alguien mas, que nos de sanidad para el alma, solo Cristo.

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    1. Así pues, el que cree estar firme, tenga cuidado de no caer.

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    2. Un amigo dijo que solo una persona ofrece la Corona de Vida, incorruptible, que perdura en la eternidad y es más poderosa que cualquier virus o enfermedad. Todos podemos acceder sin costo a ella. Seríamos insensatos no aceptarla cuando está disponible para nuestro bienestar

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    3. Efectivamente, y esa corona de vida, la vida eterna, consiste en conocerle a Él. Lamentablemente somos más insensatos de lo que nos gusta reconocer, pero proseguimos con la esperanza puesta no en nuestros esfuerzos ni capacidades, sino en Aquel que aún conociéndonos nos ama.

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